“Lo que
medimos afecta a lo que hacemos;
y si nuestras mediciones son defectuosas,
nuestras decisiones se pueden distorsionar.”
y si nuestras mediciones son defectuosas,
nuestras decisiones se pueden distorsionar.”
Stiglitz,
Sen, Fitousi (2009)
Para
pensadores como Sen, Adelman y Nussbaum, es claro que existe una ruptura en la
historia del desarrollo y esta comienza a partir de la culminación de la
segunda guerra mundial, época en la cual es necesaria la reconstrucción de
Europa y se crean organismos internacionales, que posteriormente se
convertirían en los directores de la orquesta a nivel mundial, en cuanto a las
orientaciones específicas para alcanzar un desarrollo adecuado para las
naciones. Todos esto autores, a los cuales se les suman Acemoglu y Robinson,
coinciden en que el desarrollo deben humanizarse y que existen falacías que
deben ser analizadas para no caer en la trampa del desarrollo. Ahora, por
cuestiones de espacio, no se analizarán todos los puntos de encuentro entre el
pensamiento de cada uno de los autores antes mencionados y no centraremos en
tratar de integrar una visión, dando respuesta a la interrogante de: ¿Es el PNB
es el indicador ideal para medir el desarrollo de las naciones?.
Iniciamos,
recogiendo la posición de Irma Adelman, en su texto Fronteras de la economía
del desarrollo, establece que este solo mide el potencial y no el desempeño del
desarrollo a nivel nacional y que por ende no es una medida adecuada y se
requiere de un criterio multidimensional, como el planteado por el PNUD con el
Indice de desarrollo humano – IDH; sin embargo, es de la visión que antes que
un solo indicador es preferible una serie de indicadores desagregados como el
planteado por Adelman y Morris en un modelo cuantitativo, “usando la diversidad
étnica, la movilidad social y la extensión de los servicios telefónicos en
varios países del África subsahariana como ejemplos de densidad de las redes
sociales”[i]
Sen[ii], cuando habla de las
ponderaciones, valores y participación estatal, cuestiona la utilización del
PNB per capita, al plantearse el interrogante - es válido limitar nuestra
valoración a los bienes y al mercado porque la única alternativa posible es
emitir juicios comparativos sobre ventajas personales, en lugar de recabar
información acerca de los diferentes aspectos de la calidad de vida-, y es indudable
que como indicador el PNB analiza adecuadamente un punto central el Mercado,
los niveles de consumo, pero no existe una diferenciación que permita medir las
desigualdades y por ende presentar elementos de juicio a cerca de las
desigualdades e inequidades existentes en una nación a nivel de ingresos. Sen
propone el IDH del PNUD, pero también presenta otra serie de indicadores que
podrían ser utilizados, dejando la ventana abierta a la discusión de este
punto.
Hasta aquí, es claro que el
PNB por sí solo, no es un indicador idóneo para medir y mostrar en toda su
complejidad, pero también es cierto que dada la complejidad del desarrollo y de
la multidimensionalidad y multitemporalidad del mismo, el crecimiento económico
debe hacer parte de la medición del desarrollo, ya sea como un indicador o como
una variable agregada a otro indicador más amplio. Más aún, cuando empezamos a
concebir el desarrollo como bienestar y generación de capacidades, Martha
Nussbaum[iii], en su listado de 10
capacidades, no deja de lado esta medición, pues cuando habla de: “control
sobre el propio entorno b) material. Poder poseer propiedades (tanto muebles
como inmuebles) y ostentar derechos de, propiedad en igual de condiciones con
las demás personas, tener derecho a buscar trabajo en un plano de igual con los
demás…” de manera indirecta se está refiriendo a los ingresos y como lo medimos
pues con el PNB. De igual manera, Acemoglu y Robinson[iv], utilizan el PIB como uno
de los elementos de juicio para demostrar que las teorías para explicar el
desarrollo de las naciones (teoría geográfica, cultural e ignorancia), no
funcionan o en su defecto no logran explicar de manera adecuada todas las
dimensiones del desarrollo.
A manera de conclusión, el
PIB, PNB el IDH muestran una realidad intrínseca de las naciones desde ámbitos
diferentes y son complementarios, pues ambos indicadores presentan falencias y
no permiten ver de manera integral todo el panorama, en este sentido, como
criterio personal, ambos indicadores deben ser utilizados cada uno en su campo
para formar una idea general aunque no total, pues aun utilizando los dos,
haría falta evaluar aspectos ambientales, culturales y políticos. En este
sentido, la propuesta es la de utilizar una batería de indicadores desagregados
que muestren un todo, más aún, cuando cruzamos la delgada línea de las
políticas públicas, las cuales exigen un adecuado diagnóstico de los problemas
socialmente relevantes.
[i] Tabla No.1 Tipos de estudio en
capital social,
http://www.bdigital.unal.edu.co/10285/19/98544399.2006.Parte4.pdf
[ii]
Sen, A. (1998). “Las
teorías del desarrollo a principios del siglo XXI2, pp. 73-100. Revista
Cuadernos de Economía N° 29. Facultad de Economía, Universidad Nacional.
Bogotá. Louis
Emmerij y José Nuñez, compiladores, el desarrollo económico y social en los
umbrales del siglo XXI, Banco Interamericano de Desarrollo, Washington D.C.,
1998. Artículo reproducido en la revista cuadernos de Economía de la Facultad
de Economía de la Universidad Nacional. Bogotá.
[iii]
Nussbaum, Martha C, Crear capacidades: Propuesta para el desarrollo humano.
[iv]
Acemoglu y Robinson; Por qué fracasan los países, capitulo: teorías que no
funcionan.
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